64. Poética

¿Tiene la poesía un
origen?

Roland Barthes afirma que la poesía nace del inmenso
ruido al que hay que arrancarle un puñado de palabras. Según la postura del teórico francés, la poesía vendría del habla cotidiana, del escenario lingüístico de todos los días. En sus Essais critiques (1964), el semiólogo afirma que el lenguaje siempre es anterior al escritor, el cual se enfrenta, trágicamente, a un lenguaje ya fabricado en el que no queda nada real que no esté clasificado:

“…nacer no es más que encontrar ese código ya enteramente hecho y tener que adaptarse a él”. Para Barthes, el ejercicio poético no surge de un silencio primigenio, sino del acto de sacarle palabras al agreste ambiente lingüístico cotidiano: ese palpitar de lenguajes que oprime al idílico silencio primordial, y eleva la complicación del sueño literario de expresar lo inexpresable. Es decir, el silencio no existe, el génesis de la Palabra es la Palabra misma. “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios” (Jn 1:1). Todo habrá de crearse partir de la palabra, y cabe aclarar que ésta no es invención del poeta: el escritor trabaja con ella, la moldea, la deforma, pero no la crea. Luego entonces, el silencio es imposible como origen poético. Pero
es cierto que el gastado –y vacío- lenguaje que circula entre nosotros no ofrece nada a la poesía. George Steiner escribió: “Para el escritor que intuye que está en tela de juicio la condición del lenguaje, que la palabra está perdiendo algo de su genio humano, hay abiertos dos caminos, básicamente: tratar de que su propio idioma exprese la crisis general, de ransmitir en él lo precario y lo vulnerable del acto comunicativo o elegir la retórica suicida del silencio.
(Lenguaje y silencio, 1976). Ahora tenemos: el principio de la
poesía está en la palabra, y su final en el silencio. Pero, al aceptar esta
propuesta, aceptaríamos también que el silencio es un final sin retorno:en el silencio muere la palabra irremediablemente, ya que el silencio no puede originar otra, porque el inicio de la palabra está en la palabra misma…

Entonces, tal vez, debamos echar hacia atrás los argumentos,
hacerlos trabajar en sentido contrario: la poesía se origina en
el silencio, y muere en la palabra misma. Así aceptaríamos que la poesía no es, ni será jamás, un accidente lingüístico, una casualidad fonética. La Palabra se originaría en el silencio, se pronunciaría en el violento mbiente lingüístico cotidiano, y moriría sublimada en el uso frecuente y
vulgar.
Así, la Poesía, es decir, las palabras que la construyen, tendrán que alejarse de lo cotidiano. Pero como tal cosa es imposible, bastará con que encuentren una significación distinta en el ambiente poético. En un poema las palabras no puden ser lo mismo que en el
habla cotidiana. La verdadera poesía se alejará de la casualidad
rítmica de la lengua que la origina, del accidente lingüístico y lo fortuito. Al menos, en esos rieles debería moverse, idílicamente, la poética hacia el futuro.

j. Alfonso Valencia Badillo
http://palabradomesticada.blogspot.com
7 de
noviembre 2008

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