Anatomía Poética (Taller impartido por el poeta Jair Cortés)

Recientemente finalizó un taller literario, impartido por el poeta Jair Cortés, en la ciudad de pachuca. Fué un excellente taller,del que se obtuvo una plaquete en la participaron los asistentes al curso, quienes dan mediante este trabajo una muestra de el talento que existe, en la ciudad de Pachuca.

Anatomía poética
Este libro puede ser reproducido total y parcialmente
siempre que se mencione la fuente y autores correspondientes.
Primera edición: mayo de 2009.
Versión electrónica: junio de 2009.
Pachuca de Soto, Hidalgo (México).
La edición estuvo a cargo de:
Jair Cortés (Colección y selección)
Diego Castillo Quintero y Joyce Garnica (edición)
Graciela Jiménez Islas (impresión)
Rafael Tiburcio García (portada y versión electrónica).
Los integrantes del taller Anatomía Poética agradecen el apoyo de las autoridades y funcionarios del
Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, la Biblioteca Central del Estado Ricardo Garibay y el Gobierno del Estado de Hidalgo para la realización del taller, así como de este volumen.

POEMAS DE:

Yolanda Aguado Rubio
Diego Castillo Quintero
Antonia Cuevas Naranjo
Oscar Baños Huerta
Francisco Flor es García
Claudia Patricia Islas Rodríguez
Graciela Jiménez Islas
Celso García Illescas
María del Carmen García López
Maricela Sánchez Vásquez 17
Marco Antonio Mayorga Cázares 18
Néstor Alí Quezada 20
Oscar Morales Téllez 21
Lucero Munguía 22
Julio Romano 23
Rafael Tiburcio García 25
Alfonso Valencia 27
TEXTOS COLECTIVOS
Mercedes 30
Laberinto 32
Voló a otra página 33
EPÍLOGO
Jair Cortés 36



PRESENTACIÓN
Anatomía Poética es un conjunto de textos de autores que, a partir del taller literario que lleva el mismo nombre y que coordiné en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, de marzo a mayo del 2009, buscan en la escritura poética una forma más allá de la comunicación: una afirmación de su existencia. Los textos aquí reunidos son también un diálogo, líneas que se entrecruzan o separan siempre pendientes de la Poesía y sus alcances. La escritura poética es palabra en acción, y así lo demuestran los autores incluidos en Anatomía poética, quienes no sólo se aventuraron a escribir poemas sino también a hacer un libro como una apuesta por la nueva época que vislumbra nuestro tiempo. Jair Cortés, mayo de 2009.



POEMAS



Yolanda
Aguado Rubio

1
El adiós
Te lleva la noche
y te trae el bosque
a la llanura.
Te disuelve la distancia
en aroma de nardos
ciervos
se asoman
por entre la maleza.
Te borra el polvo del camino
te entregas al ambiente húmedo
y a los árboles que se dibujan contra la sombra.








Diego
Castillo Quintero

2
La tarea: hablar de la muerte
Yo no hice la tarea:
un par de epitafios dedicados a quien sea.
Pero resulta que cuatro días después
de que nos fuera dada la encomienda,
una de mis tías, hermana mayor de mi madre,
murió por causa de la insuficiencia renal.
Yo fui al funeral,
vi llorar a mis tíos y tías restantes
en torno al ataúd;
justo al centro estaba mi madre,
que no lloraba
porque alguien tenía que ser fuerte ante la pérdida.
Yo estuve en ese funeral,
y sólo pensaba en que ahí obtendría la tarea.
Ese día, groseramente me arrinconé
para sacar pluma y papel frente a mi tía muerta.
Escribí acerca de su esposo policía,
sobre su hijo y dos hijas casados,
sobre el recado
—alguna vez considerado vandalismo—
que dejó su nieta Chabelita
(“te quiero mucho, abuelita”)
En la mesa miniatura
donde Amada acostumbraba planchar la ropa.
Entonces,
resulta que sí hice la tarea,
pero no tuve el valor siquiera de ir a clase
a leer el epitafio.
Me sentí como un fotógrafo
que da cuenta de la pena,
alguien que retrata, sin vergüenza,
las lágrimas de los deudos.
El día de su entierro
le robé a mi tía una de sus flores
y ella no se dio cuenta,
la puse en un florero de mi casa
donde estuvo varios días sin marchitarse.
La hoja donde hice la tarea
se perdió en alguna parte,
y espero no encontrarla nunca.



Antonia
Cuevas Naranjo

Cuando en una grieta crece la hierba,
desde el fondo del tiempo
trepan los recuerdos,
los ecos,
las miradas,
que ateridas permanecen
sobre el cuerpo de una casa sola.
Cuando al golpe de los años
se van devastando los muros,
es el olvido engulléndolo todo
antes de marcharse a otras paredes.





Oscar
Baños Huerta

Sin exilio
Háblame tú de las estrellas milenarias ya muertas, de sus almas de luz que iluminan tus
pupilas. Cuéntame de las criaturas que te habitan cuando menguas ausencia. Que tu voz
tome mi garganta y la haga suya y la lleve lejos, hacia aquellos lugares que no conozco
más que cuando estoy contigo. Háblame de la textura de mi aura, de cómo en las
tormentas la guardas en un frasco de cristal de roca que tallaste con el mineral de mis
recuerdos. Háblame de mí, de cómo soy cuando me disfrazo con tu cuerpo. Cuéntame lo
que te digo cuando tengo fiebre y ahuyentas a los demonios que me roen el sueño. Deja
que yo te cuente lo que hablas cuando no dices nada, lo que me platican tus piernas que
se alejan.





Francisco
Flores García

Turbulencia
Entre hormonas
y adrenalina
se encuentra mi vida
Revolución
de sentimientos
y ganas de llorar
Gritos, susurros
y una hermana
a quien molestar
Sigue la vida
y en el silencio
encuentro mi espacio
Abro los ojos
y encuentro el espacio
en el que no me encuentro


Claudia
Patricia Islas Rodríguez

Anoche tomé un cuchillo
Un cuchillo de mesa
El mismo que usé
para rebanar esa pechuga
el día que me invitaste
a comer a tu casa
Y ¿sabes qué hice con él?
Lo empuñé
y con un movimiento violento
lo enterré en tu pecho
La sangre borboteaba y escurría
En tu cara,
una expresión de dolor y desconcierto
¡Sí! ¡te asesiné!
¿Te asombras?
Pero, si tú ya lo hiciste conmigo
Tomaste mi cerebro
Mi hígado
Mi corazón
Mi páncreas
Los trituraste
Los masticaste
Y los tragaste
Caníbal!
¿¡Qué tú no me hiciste eso!?
Si tu aliento te delata
Aliento a mis vísceras
Vísceras que llevas dentro
Y que lentamente vas digiriendo
Quemando en tu líquido estomacal
Aún recuerdo cómo las engullías
cómo te atragantabas
cómo las devorabas con placer perverso
¿Ahora lo recuerdas?
¿Verdad que no miento?
¡Hipócrita!
Por lo menos
yo cuando te mato
te lo digo.




Graciela
Jiménez Islas

La ver dad
En este desierto los que buscamos más,
podemos morir desfallecidos.
¿Acaso la solución es caminar como mulas
alrededor del molino?
Ya que poseerla es tan real, como tocar el arcoíris.
Ahí, en el centro de la nada, lo que no es “es”
y lo que “es” , se desvanece.
¿Acaso en el afán fallido de encontrarla,
la hemos inventado?
¿Acaso construimos un juego interminable,
donde cada cual la pinta a su manera?
¿Acaso en ese intento está tan alejada de lo que es,
que ya no existe?
Entonces, si quiero encontrarla…
¿Debo ir contra el viento y sin acompañante alguno?
¿Dejarme empujar por la fuerza creadora
hasta el final de todo?
Y ahí cuando el viento cese,
y la arena del desierto se someta
limpiaré mis ojos y la veré.
Entonces, el tiempo habrá muerto
y una ráfaga de siete espadas destrozará lo que me sobra.
La tomaré de la mano, mientras el viento arrecia
y hasta que nos volvamos a perder.





Celso
García Illescas

ABA –solo esquina de los olvidos 1989

Acueducto de Querétaro, fortaleza antipeatones,
sitiado alambre de alta tensión y púas;
después, cruzar el lumbral de mosaicos-minas
rosas,
para luego esquivar fantasmas flotando de la nada.
Y,
tú ahí,
entonando un salmo o silbando un nuevo son huasteco,
de pronto tu miradahechizo,
sin reclamo, sin prisa,
tu palabra —Biblia de mis generaciones—,
tu menú, invariablemente, manjar de sabiduría,
tus suspiros atraparon páginas de mi futuro.
Tú, tú, tú mi gran cómplice de los lunes,
antes de partir a la nada o al por siempre.



María
del Carmen García López

Vidrios ocultos
que lanzas y penetran
mi mirada
ante lo prohibido
Flores bellas
del jardín de mi memoria
Aire devastador
te llevas mis recuerdos
y mi ilusión
Sincronía total
de nuestros cuerpos unidos
al placer supremo
¡Amar!




Maricela
Sánchez Vázquez

¿Qué puedo hacer para que me ames?
Miro tus ojos y descubro
la huella del dolor
que alguien te dejó.
Siento tu cuerpo tendido
vibrando al lado mío,
pero tu lugar no es aquí…
tu pensamiento está vacío.
Tus dedos me dibujan,
cual escultor fallido,
recorren mil caminos
queriendo encontrar su nido.




Marco
Antonio Mayorga Cázares

Tintero
Cada mañana tengo miedo a las palabras:
pueden contener segmentos de los sueños dejados tras los ojos,
o, probablemente,
se levanten vivas hacia la conciencia
y se hagan cenizas
nada más al contacto con el aire
y con ellas, un alquimista maldito
pueda transformarlas
en sílabas proféticas,
o ininteligibles mecanismos
que den vida a realidades espantosas
(como las de gente que muere de hambre,
contaminaciones, guerras o sida,
o abatidas y aplastadas por monopolios
y tratados financieros desfavorables).
Tengo tanto miedo a ellas,
que de silencios empapo mis labios
y sí acaso escapan, son sonámbulas.
Pero ante su impertinencia indómita
que desgarra mi garganta
prefiero que libres sean en otro mundo:
con tintas verdes, sepias y rojas
dejo que corran en hojas blancas
formando incontenibles bosques
de cedros, secuoyas y orquídeas deslumbrantes;
con gamas cerúleas sorprendentes
dejo que empapen el papel desnudo
con golfos de ballenas descomunales;
con perennes témpanos claros
el calentamiento global,
apago y las especies en peligro se multiplican
y los colores todos se renuevan,
pero agotado el tintero
en el absoluto índigo nocturno…
no sé qué color dar a la fe y la esperanza,
el pesimismo sombrío e insensible
ha cubierto rostros y corazones humanos,
y descompuesto sus voces y escritura
según intereses comerciales y globales.




Néstor
Alí Quezada


Día gris
Éramos tres,
yo te deseaba sin interrupción,
tú te reflejabas en mis pupilas.
Éramos tres,
permanecíamos callados,
sólo tocabas parte de mí con tu mano cálida,
yo deslizaba poco a poco mis dedos
sobre trozos de durazno.
Éramos tres,
el cielo lo encontraba cada vez más alto
hasta llegar a la hojarasca ardiente
que asesinábamos entre la hierba.
Éramos tres
y sentía la presión de tu cuerpo en el mío,
dentro,
en mi cráneo había una batalla,
el corazón cabalgaba entre paz y tempestad,
afuera sólo tres:
Tú,
la niebla
y yo.





Oscar
Morales Téllez

Quisiera sodomizar a mis ancestros
hasta extinguir mi existencia
Yo era hombre, yo era el fruto de tu ser,
el vientre por crecer
Tú la mujer por poseer, la espina por romper,
la madre por proteger
Despréndeme ya de toda amistad con la vida
Arráncame los labios sin parar
ya no deseo hablar no más
Ni tu nombre yo podré pronunciar
Ensordéceme con tu gritar,
tu voz no la deseo apresar
Cansado de crearte, amarte y matarte
Perdóname,
hazme rogarte el perdón por no matarte al final
Ahora soy sólo un hombre sin planes de ser dios
Un pibe sin esa salvaje condición
Y si he de ser culpable
que el pecado me haga miserable
Así que bebe mujer que tu pecado
será mi más grande placer.



Lucero
Murguía

Dame ver sol
Dame voz
Dame intento
Historia corregida por tu boca
Intermitentes espacios compartidos
Labios de tu perfección saciados.
Dame sueño
Dame alcance
Sumergida en el negro de tus ojos
Sometida a la distancia por tus manos
Rozar el lunar —imán a tu cuerpo—
Bajo la luna atrayente —motivo de miedo.
Dame verso
Dame instante
Ritmo de vaivén arrullando al tiempo
Engaños espaciados al olvido
Efímera palabra haciéndonos eternos
Nunca convertido en constante encuentro.





Julio
Romano

El tango entero
El tango está en el abandono,
en la huella que deja quien no tiene adónde ir,
en el corazón que late por latir
como una costumbre que alguien ha olvidado olvidar;
ese llanto contenido en la garganta
es un tango que no quiere ser cantado,
es un tango cuyo estruendo ensordecería al cantor,
al canyenguero, al que escucha ante una copa
y al que toca el bandoneón.
En la copa llena pulula
un tango por ser vaciado,
un tango clava a otro tango,
el de la copa al de la garganta...
y todos contentos: Muerte del tango.
El tango está en el horizonte observado
y en el ojo del que mira el sol tajado,
en el muelle del puerto,
en el mar, de lágrimas, salado
en el que encalla el amor del marinero.
El tango está en el sombrero
que encaja con el traje azul grisáceo,
en la servilleta apretujada por la fuerza
de la que se ve desposeído
el arrabal amargo, el arrabal sereno.
El tango está en el desasosiego.
El tango está en la muerte
que queremos seguir viviendo,
en la voz de la mujer que amó,
contigo, tus recuerdos.
El tango está en la sal
que no sirvió de condimento,
en la banca abandonada
del parque que es un cementerio,
en el piano mal temperado,
en la sangre que es veneno,
en el vacío de la ventana
por la que se asoma un sol yerto.
En tango está en el desgano
con que se cierra una puerta;
el tango está aquí dentro
y el tango está allá afuera.
Tu infancia está en el tango,
y en él, el mundo entero,
ese mundo que no es tan grande
como dicen los enciclopédicos.
El teatro está en el tango,
y en el tango, los senderos.
En el tango, tus preguntas.
En el tango, tus secretos.
El abandono está en el tango,
y en el tango, el tango entero.




Rafael
Tiburcio García
Respuestas
1¿
A qué sabe una rosa? Preguntaste.
Pica, te respondí,
una rosa sabe a espinas.
2Quizá
el sol brille si lo miras detenidamente.
Pero palpitará por dentro,
casi negro,
cuando cierres los ojos.
3¿
Qué es el gris?
Yo te dije nada ,
su aparente calma vista de cerca
son colores disputando una batalla.
4Olvidarse
de Jesús
cuando se reza el rosario
es el signo de esta época.
5¿
Por qué no vemos a Dios, mamá,
26
cuando
miramos al cielo,
porque es inmenso
o porque es muy pequeño?
6¿
Qué es la rabia? preguntaste.
Una pequeña garrapata
que te inyecta su veneno
mientras te chupa la sangre.
7¿
Por qué regalarme un verso,
por qué no mejor un diamante?
Porque pensé que podía hacer del mundo
un lugar donde el diamante tuviera sentido.
8Hay
atardeceres todos los días.
Pero siempre parecen distintos.
Alfonso
Valencia
Nimiedades

cambió la fórmula de los choco krispis
y resulta increíble que se haya escrito un poema
partiendo de tal nimiedad
pero si uno hace un recuento
de todas las cosas que no son ya las mismas
el carlos v
el tin larín
y hasta la paleta payaso
y de todas las otras que se descontinuaron
desde el perk hasta el milo
y pasando por los seltz soda
uno irremediablemente se pondrá triste
de saber que esas cosas
envolturas y sabores
jamás volverán
y resultará peor si alguno
sólo uno de esos productos está amarrado
muy fuerte al recuerdo de alguien que tampoco está más...
la lata verde de milo me recordaba a mi bisabuela
no bebía otra cosa
el doctor le prohibió el café
y el choco milk siempre se le hizo pura azúcar
bebiendo la leche frente al televisor
la luz azul del noticiario nocturno
sobre sus manos arrugadas
oscuras
(como el chocolate)
no tengo fotografías
la lata verde de milo era el interruptor de mi recuerdo
ahora sólo dependo de mi memoria
y es triste que las cosas
que marcaron mi infancia ya no existan
—o cambien: 2 gr. menos de azúcar y ya nada es igual—
porque es como si el mismo pasado
desapareciera
(con la lata de milo se fueron también
las manos de mi bisuabuela)
por eso es triste abrir la caja
servir el cereal añadir leche y descubrir
que los choco krispis ya no saben igual...
(de algún modo una pérdida es muchas pérdidas)




TEXTOS
COLECTIVOS

Julio
Romano Obregón
Jazmín Lucero Munguía Godínez
Francisco Alberto Flores García
Yolanda Aguado Rubio
María del Carmen García López



Mercedes

Ella, cada tarde después de que los niños se iban a dormir, subía al desván en donde tenía guardada su vieja máquina de escribir... Hojas blancas entraban y hojas empalabradas salían. Y en ellas la mujer dejaba un poco de sí misma.
Fue al final de una de sus sesiones nocturnas cuando, al hacer girar el mecanismo que expulsaba la hoja de la máquina, experimentó cierta dificultad al hacer lo que todas las noches hacía. Sus uñas y sus dedos le parecían un poco más cortos de lo normal, pero no recordaba haber cortado ni unas ni otros.
Al contarle a su esposo el curioso detalle, él la ignoró pensando que era el inicio de la menopausia. De manera que, como él no parecía darle importancia al hecho, ella acabó por ignorarlo... y siguió con la maquinoterapia.
Pero cada día siguió dejando un poco de sí en su vieja Olivetti, hasta que un día su
mano se había desvanecido por completo. Después, la mitad de su brazo; al cabo de un mes sólo quedaba de ella sus piernas y la mitad del tórax. Su marido y ella siguieron sin darle importancia.
Llegó el verano y de ella solamente restaba un pie. Una noche al subir al desván, dando pequeños saltos, decidió dejar, como cada noche, algo más de sí misma en sus escritos. El pie se desvanecía lentamente con cada golpe que daba sobre las teclas de la máquina, hasta que de ella no hubo más que su nombre: Mercedes.
Con un último aliento, el nombre se tecleó en la máquina, que terminó por plasmarse sobre su superficie. Mercedes ya nunca bajó del desván...
Y su esposo siguió pensando que era un achaque de la menopausia.






Oscar
Morales Téllez
Marco Mayorga
Oscar Baños Huerta
Graciela Jiménez Islas
Laberinto
—¡Estoy perdido! Está cabrón, muchos caminos, pero ninguno me lleva a ella.
—Lo escucho, sus pasos están cerca, pero no lo veo.
—No recuerdo sus palabras, era tanta la euforia del momento... que perdí la noción del rumbo y la brújula que me llevaba a ella no tiene norte.
—Estoy confundida, parecía tan real. Y juraría que éste es el punto del encuentro. No me detengo porque el ansia de encontrarlo me limita.
—Las paredes se mueven... parece que cambiaran los caminos.
—No puedo volver sobre mis pasos, las huellas se borraron y lo único que queda es el futuro.
—¿Regresar? Imposible. El tiempo no se detiene, ni mis pasos y sigo sin verte.
¡Sorpresa¡
—¡Al fin nos vemos! ¡Somos cuatro! tú con ella, yo con él, cada cual a su camino.


Rafael
Tiburcio García
Antonia Cuevas Naranjo
Maricela Sánchez Vázquez
Celso García Illescas
Claudia Islas

Voló a otra página

1
Las plumas ensayan palabras irregulares, tratando de arrancarle algún sentido. Inmóvil, apoyada precariamente en una botella de agua a medio beber, la criatura encerrada en la hoja quisiera irse, lejos de esas personas sin respuestas: entender por qué detuvieron su vuelo.
2
Sobre el plomizo de las nubes extendió sus alas, parecía la sombra de un ave sobre el fondo gris. Majestuosa sobrevolaba en círculos. Hubiera querido saber qué era lo que sus ojos veían, cuál era el punto al que se dirigía. Las ráfagas de viento que la sostenían planeando, jugaban también con las copas de los árboles, era tarde, no se veía el sol, pero ambos presentíamos el final del día. Esa ave sí tenía un nido, yo en cambio, permanecía en aquel sitio por azar, por un mero accidente. A unos metros de allí se escuchaba el sonido del agua sobre las rocas, quizá era un río, no lo sabía a ciencia cierta, sólo quería permanecer ahí, tendido, la vi volar en círculos, círculos y círculos cada vez más cercana a mi cabeza.



3
Su parvada la dejó sola porque ella, con una ala lastimada, no pudo continuar el viaje, cansada se detuvo sollozando. En soledad y sin aliento decide retomar su vuelo, hasta volver a extender sus alas en la búsqueda de su destino. No importa cuán lastimada se encuentra, limpia sus heridas, ahora tiene un sentido y decide continuar. Recorre el cielo, desde lo alto vislumbra montañas y valles que la invitan a transitar horizontes nuevos.

4
En la oscuridad de la ciudad se corta el viento, cada ave busca su alimento, se cruzan entre sí, de este a oeste; sus picos transportan vida pero cortan otra; ¿qué importa ante la brevedad de la noche, huyendo del cazador?

5
La entrega del mensaje fue fallida, esta vez la ventana del cuarto estaba cerrada y la luz apagada, quién sabe si ella estaba adentro, si se escondía o la habían descubierto justo cuando el papelillo llevaba la nota crucial; iba a ser un levantamiento que los sacaría de las revueltas, entre revoluciones armadas y dictaduras. La sierra oscura estaba ya preparada con armamento, hombres de coraje, trincheras naturales. Cómo dejar tal encomienda a un ave, no podían usar el correo, pero ¿a un ave? Confiar era lo único, esperar la señal, iniciar la movilización.

EPÍLOGO

Jair
Cortés


Escribir es diseccionar la propia escritura
la mano / el hueso
No todo lo que es oro
en la mano
se vuelve
brillo
pero sí
palabra
oculto
el hombre
es una palabra
"oculto"
"oro"
"brillo"
Sí, todo
lo que escribimos
se vuelve
como nosotros
un hombre
mujer
que sin espejo
en el agua de ese techo
se aparece
Este
ebook
tiene una versión
para imprimir y armar en casa.
Descárgala en:
http://granadademanopoesia.blogspot.com/
http://ajaltokov.blogspot.com

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