(Del poemario Esquirlas de Memoria)
Miro por la ventana
y hay un péndulo asidero del tiempo
que antes fueran, los cristales, los pozos, los espejos,
y pienso en tus ojos derramando trozos de vida
y todo me remite al otoño , a su cuerpo ocre
a las hojas que verdes cantaron primaveras
y hoy crujen bajo el yugo del pié extraño.
Tenías razón, todo se pierde en este carnaval de cosas nimias
y la vida es como la buena tierra
una algarabía de fecundidades
un catálogo complejo ahíto de objetos de supervivencia.
Cómo decirte Padre, que también temo a la muerte
que inevitable, es alarido contundente
y se apodera de mi pecho y levanta una muralla.
Esta tarde se sofoca en el naranja ardiente de horizonte
y quiero pensar que hacia allá vamos,
que las alas de Ícaro fueron las últimas
y hoy ya no hacen falta.
Afuera el viento gira, da piruetas, se desliza
nada cambia,
así es y hay que decirlo.
La vida es sólo un salto y Babel aquí se queda
todos los momentos llegan desnudos
y sólo nos tienen a nosotros.
Antonia Cuevas Naranjo...
y hay un péndulo asidero del tiempo
que antes fueran, los cristales, los pozos, los espejos,
y pienso en tus ojos derramando trozos de vida
y todo me remite al otoño , a su cuerpo ocre
a las hojas que verdes cantaron primaveras
y hoy crujen bajo el yugo del pié extraño.
Tenías razón, todo se pierde en este carnaval de cosas nimias
y la vida es como la buena tierra
una algarabía de fecundidades
un catálogo complejo ahíto de objetos de supervivencia.
Cómo decirte Padre, que también temo a la muerte
que inevitable, es alarido contundente
y se apodera de mi pecho y levanta una muralla.
Esta tarde se sofoca en el naranja ardiente de horizonte
y quiero pensar que hacia allá vamos,
que las alas de Ícaro fueron las últimas
y hoy ya no hacen falta.
Afuera el viento gira, da piruetas, se desliza
nada cambia,
así es y hay que decirlo.
La vida es sólo un salto y Babel aquí se queda
todos los momentos llegan desnudos
y sólo nos tienen a nosotros.
Antonia Cuevas Naranjo...
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