Hace ya un año..... Presentación editorial FLIJH 2015
El personaje contra su medio en La muerte no tiene vacaciones
de Antonia Cuevas Naranjo
Rafael Tiburcio García
Dice el
lugar común que los únicos temas son el amor y la muerte. La idea detrás de
esta reducción tiene sus motivos, no se trata de temas simple. Eros y Thanatos como
fuerzas motoras operan dentro de nosotros como dos impulsos que nos llevan del
cariño al deseo y de la tristeza a la destrucción. El espectro de virtudes y
pecados que caben entre esos dos impulsos puede alcanzar para condimentar una
vida y es justamente al abordarlos desde cualquier ángulo que muchas creaciones
parecen tomar volumen.
Por
fortuna el abordar estos temas no es la única vía para dar relieve a los
relatos y es justo por ello que se agradece que La muerte no tiene vacaciones, primer libro de cuentos de Antonia
Cuevas Naranjo, no trate únicamente de mujeres colapsadas por la decepción y el
deseo de venganza que intentan poner una resolución a sus vidas ordinarias.
Este
es un libro que habla de la mujer desde una perspectiva angustiante. Sin
consignas, sin prédicas, solo la mujer contra su medio represivo. Por ello no
encontramos en este libro un solo tipo de muerte y, por supuesto, tampoco un
solo tipo de protagonista. En La muerte no
tiene vacaciones desfila un muestrario de los destinos femeninos en
múltiples estratos. La forma en cómo asumen y cómo resuelven esos destinos es
la materia central de cada uno de los cuentos.
Si
nos enfocamos en diseccionar el tema anunciado por el título, hallaremos tres
tipos de cuentos, tres tipos de muertes. El asesinato, en primer lugar, siempre
en manos de sus protagonistas, mujeres asesinas, quizá los que tienen menos matices.
A continuación tenemos a la muerte como hado inevitable en cuentos que nos
arrojan tanto a contemplar los momentos más altos del libro como a escuchar las
voces más honestas. Por último tenemos aquellos cuentos que tratan de algo que
es quizá peor que la muerte: la reflexión, como ese vistazo dentro de uno
mismo, que deriva en el olvido y que conecta la narrativa de Antonia con su
producción poética.
El
libro escapa así del tema obvio de la muerte, que se torna mera superficie, y
traslada su verdadero desarrollo a las relaciones que tejen los personajes en
medio de un contexto terriblemente familiar: al hecho de que, más allá de
discursos, manifiestos y estudios de género, una sociedad machista controla los
destinos de las relaciones hasta que son las mujeres, siempre ellas, quienes
abren la brecha a un tipo de libertad que escape de su normativa aplastante.
En
La segunda vez, un simple relato se
transforma, por obra del lenguaje, en una confesión, en un diálogo y finalmente
en una sentencia, donde la emoción transforma a la víctima, con un sencillo
giro narrativo, en victimario.
Personalmente
vi poco humor negro en el volumen, sin embargo se hace muy evidente en el
cuento Detalles, donde una artista da
vida a una escultura que esconde un hecho terrible pero necesario para su vida.
Xanath nos presenta el crudo revés de la
leyenda totonaca del origen de la vainilla. Tzarahuín, el campesino pobre que
huele a vainilla del que Xanath se ha enamorado, se vuelve el cacique, el verdugo.
Y toda aquella dulzura cobra un precio muy alto a su relación.
En
Cuestión de oficio, una mujer narra
con vehemencia las nimiedades de su día mientras su pareja, un poeta
aparentemente desempleado, recita los versos que ella inspira. Se asoma en éste
la tragedia de todo lo que uno y otro quieren decir en oposición a lo dicho que
se pierde en la irrelevancia.
Tanto
La última tarde como El arte de urdir abordan el conflicto entre
dos personas de distintas edades ante la posibilidad del deseo. Las mujeres se
transmutan en estatuas, vampiros o fantasmas mientras transcurre el dulce
desesperar ante el curso duro del destino contra el cual la rebelión es
improbable y el amor, imposible.
Los
cuentos que cierran el volumen, Genoveva
y Loxosceles, sintetizan el mensaje
de todo el libro, de un entorno represivo al que las protagonistas no tienen
más opción que retar, aun cuando éste las aplaste con sus reglas.
En
La muerte no tiene vacaciones las
tragedias personales se funden con las tragedias sociales, los usos y
costumbres, y los hombres caníbales que las humillan, recluyen y utilizan
mientras ellas buscan su propia vindicación, su libertad, de modos distintos,
ingeniosos o letales.
Al
final, tras el humor negro, la presencia de la muerte y la lucha fútil, el
libro nos revela un anhelo más profundo que el triunfo de la equidad y los
feminismos trasnochados. Se trata de cierta esperanza en que llegue el momento
en que no haya necesidad de luchar por algo que debería ser colectivo: el
derecho a ejercer una identidad sin tener que combatir por ella contra nuestra
sociedad.
Así,
esas relaciones rotas, remendadas, imposibles o destructivas denuncian en su
conjunto una decadencia tangible mediante la tremenda suciedad del caos
doméstico.
Una
tensión entre lo que se espera de una mujer y lo que ella desea de sí,
expresando en el fondo qué es lo que les da fuerza.
Mirando
dentro de sí mismas, ya sea a través de los espejos o de la reflexión sobre su
devenir cotidiano, las protagonistas atestiguan su transformación, la asumen y
la trasladan hasta sus últimas consecuencias, ya sea de manera voluntaria, o llevadas
por su destino.
R. T. G.
Pachuca, Hidalgo, a 26 de septiembre de 2015

Comentarios