Hoy, cuarto dia de este año que amenaza locura e incertidumbre, me ha levantado el sonido del viento que azota en la ventana, y la comezón que me producen en la piel esas pequeñas llagas llenas de agua, recuerdo el dicho de la exsuegra; "después de vejez, viruela" y me causa risa, mira que darme viruela a los casi cincuenta años. Camino hacia la cocina con el único deseo de beber una taza de café caliente, y mis hojos topan directamente con ese gris del cielo que se cuela por el ventanal y mi memoria me hace una jugarreta, me lanza a la infancia, al fogón cálido de la casa de la abuela a las 6 de la mañana, a ese café aromatico hervido con la mística carmesí de las brazas, al aroma a credro que ha quedado, prendido en mi memoria.
Aquí huele a frío, a nieve, a aire helado, a corazones duros pienso...me vuelo a la cama a intentar dormir con la esperanza del calor del medio día,
En este momento recuerdo los dias de infancia en los que mi padre y mi madre solian preparar la cena juntos en casa, hacian malabares con el sueldo,(cierto es que a mi generacion le tocó vivir los estragos de las crisis económicas del 80 y del mundo) para darnos una cena y regalarnos ese pequeño ritual familiar que hasta ahora entiendo y aprecio. Puedo verla a ella cocinando, haciendo magia con sus ingredientes y sus manos, algunas veces con su sonrisa y otras con su rostro un tanto estresado por no tener la cena lista a las 10 de la noche, él, apurado cortando su fruta para hacer esa enorme olla de ponche que ahora que lo pienso, pudo haber sido suficente para la colonia, él la ensalada, ella el pollo relleno con sus complicaciones, quirurjicas y las inyecciones de ron y la marinada y el relleno, y todas esas cosas que hacien hermoso el ritual navideño de la casa. No venía Santa Claus, porque el no podía venir hasta el valle del mezquital, a ese pueblo lleno de polvo por las c...
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