SÓLO TEMBLOR ARDIENTE Sólo temblor ardiente, encandilando hasta el hueso orbital de la mirada, llamarada de pronto, las paredes fueron que me guardaban; y en el aire sólo espiga de pájaros mi torre. Parado al descubierto estoy, en medio de lo que fue la calle, en arrasado territorio de vida -ya ceniza, ya viento, ya vacío, ya camino sin comenzar, hacia los cuatro lados infinitos del círculo-. Con la sed soñolienta del minero descenso radical, con el anfibio lento acuático vuelo del nadador profundo, alucinado tras el pez de su rostro. Y si pregunto, no sé contestarme en qué estación de trenes, por vez última, no te encontré; qué instante ya caduco era para nosotros; conducida por qué veloz ventana miras; dónde, ya de espaldas a mí, me estás buscando, mientras quedé de espaldas al buscarte. Amiga, si tan sólo fuera dormir y verte, amiga de aquel tiempo. Venir al sitio de lo tuyo, al terror de no hallarte, a mis entrañas; al sospechoso tránsito sonoro como de pasos tuyos en tu alcoba, al...